Este mes se cumple un año desde la
publicación del primer post en este blog, dedicado a fomentar la
cultura del emprendimiento a través de las historias y los relatos
de emprendedores. Un cuaderno que nació de la necesidad de seguir
desarrollando una de las profesiones más maravillosas, la que más
se aproxima a las alegrías y penurías de la gente y la más
necesaria en estos momentos duros que nos han tocado vivir, pese a su
lado “canalla”: el periodismo. Una profesión que, veintidós años
antes, se convirtió en un “sueño hecho realidad” al
incorporarme a uno de los medios de comunicación de mayor prestigio
a principios de los años 90, el periódico El Mundo.
Un hecho tan doloroso como es integrar
el número de despedidos en un Expediene de Regulación de una
empresa tras años a sus servicio, me ha hecho más fuerte, pese al
pellizco en el alma y los primeros día en estado de shock, he
crecido como persona y, fundamentalmente, me he desarrollado como
profesional, de una manera diferente y más auténtica.
En estos meses que han transcurrido
desde que crucé el umbral del edificio de El Mundo y tras unos
primeros días a la deriva profesional y personal, a la búsqueda de
continuas explicaciones que me hicieran comprender “por qué a mí”
y con un futuro incierto, he conseguido ser más yo. Porque soy una
persona optimista, pro-activa y luchadora que, en estos momentos de
renovación y reinvención profesional, ha entendido que la filosofía
del emprendimiento es la única forma de crecimiento e incorporación
al mercado del trabajo.